Publicado en Diario NUEVA ERA, Tandil, 11/07/2010

CENTRO DE EDUCACIÓN AMBIENTAL PARA DOCENTES
 
Una voz autorizada se refiere a la parquización en la ciudad


Los integrantes del CEAD (Centro de Educación Ambiental para Docentes) de la Asociación Civil Nuestra Tierra, desean sumar su opinión a las que últimamente han aparecido en los medios locales con respecto a la parquización en nuestra ciudad y a la forestación en la región sureste de la provincia de Buenos Aires, tema que fue tratado en las jornadas realizadas en Tandil llamadas “Perspectivas de la actividad forestal en el sudeste de la provincia de Buenos Aires”, organizadas por  la Agencia local del INTA y la Estación Experimental Agropecuaria Balcarce, con el auspicio de  la Secretaría de Desarrollo Local del Municipio de Tandil.
Considerando que en gran parte de la llanura pampeana por millones de años no existieron los árboles, es prudente analizar la forestación como un problema ambiental que puede atentar contra la biodiversidad local. Dado que las tierras de esta región están sometidas a intensas actividades antrópicas, decidimos consultar a especialistas que han acompañado las actividades del CEAD en estos años, para rescatar sus opiniones profesionales al respecto. Compartimos este aporte con la esperanza de que nos ayude a reflexionar sobre la integralidad de abordaje que necesitan los complejos problemas ambientales que nos toca enfrentar.
“Se ha señalado en las jornadas realizadas recientemente en Tandil con motivo de analizar las perspectivas de la actividad forestal en la región, que la implantación de montes forestales en el Sudeste pampeano presenta un gran potencial. Esto es así debido a que las condiciones climáticas y de fertilidad de suelos de esta porción de la Provincia ofrecen condiciones óptimas tanto para la producción forestal como agropecuaria, justamente lo que hace a esta región importante productora de alimentos. En dichas jornadas se señaló la contribución de las forestaciones a la restauración de tierras degradadas y a otros beneficios ambientales a través de servicios ecológicos que hacen a la calidad de vida en un territorio”. Esto no sería tan así en el caso específico del Sudeste pampeano.
No se cuestiona la actividad forestal como emprendimiento productivo, pero es inapropiado utilizar argumentos de beneficios ecológicos para promover una actividad cuyos impactos sobre el ambiente bien podrían ser mayores -o distintos- que los de la actividad agropecuaria tradicional. Aquí algunos aspectos que también podrían tenerse en cuenta. 





- Las forestaciones no prevén ser realizadas en zonas degradadas sino en tierras de cultivo agrícola (donde habría que evaluar comparativamente las actividades productiva y forestal en términos de costos y beneficios ambientales sociales y ecológicos) o en áreas serranas o en dunas costeras. Estos dos últimos no poseen suelos degradados sino que por sus características topográficas o naturales, no es apto para el cultivo agrícola. Ambos constituyen en la Provincia áreas que por no ser arables ni cultivables han conservado una mayor naturalidad y albergan ecosistemas nativos de pastizal que son hoy área de refugio de la fauna y biodiversidad nativa.
- El reemplazo de los pastizales naturales por forestaciones lejos está de recuperar suelos degradados ni de protegerlos de la erosión. Basta caminar bajo una plantación en las sierras para observar que el sombreado de los árboles inhibe el crecimiento de los pastos nativos adaptados a altos niveles de insolación, en consecuencia el suelo queda desnudo o con menor cobertura vegetal. Sobre él el agua de escurrimiento de las lluvias genera cárcavas de erosión fácilmente reconocibles.
- Tampoco las masas forestales mejoran la regulación hídrica de la zona -cosa que hace de manera eficiente el pastizal- ya que la falta de cubierta vegetal densa ya no retarda la infiltración del agua de lluvia hacia el interior del suelo, aumentando el escurrimiento superficial y la erosión. Otra diferencia es que mientras los pastos se abastecen de agua superficial, los árboles la toman a mayor profundidad y de napas superficiales, y la liberan a la atmósfera por evapotranspiración.
- Otro impacto a evaluar es la transformación de las propiedades de los suelos, a menudo irreversibles, dependiendo de las especies de árboles que se utilicen para forestar.  De hecho, a la hora de hablar de servicios ecológicos, es importante pensar a priori que es el acervo biológico nativo el que siguiendo las leyes naturales de la selección natural es el que está adaptado a aprovechar de manera más eficiente los recursos disponibles, y al que debemos la formación y fertilidad del suelo, que es el que ha otorgado el potencial económico de la región. Por todo ello sería importante evaluar interdisciplinariamente los impactos a generar, previamente a promover indiscriminadamente la actividad forestal”.
(Dra. María Julia Kristensen. CINEA, Facultad de Ciencias Humanas, UNCPBA. Profesora de Recursos Biológicos en la Carrera de Diagnóstico y Gestión Ambiental, FCH, UNCPBA. Realiza trabajos de investigación sobre ecología de pastizales naturales de las regiones serranas bonaerenses. jkristen@fcnym.unlp.edu.ar).

 

PENSANDO COMO UNA MONTAÑA

“En 1949, Aldo Leopold publicó un ensayo que lleva el nombre de este párrafo de opinión. En él señalaba que existe un lenguaje escrito durante millones de años, no en letras ni en palabras, sino en las relaciones entre la roca, el agua, el suelo, las plantas y los animales. Leopold, una figura central de la Ecología y de la Ética Ambiental, destacaba la necesidad de detenernos a interpretar ese lenguaje como condición imprescindible para establecer una relación sostenible con la naturaleza.
Los ecosistemas serranos son particularmente sensibles a las acciones humanas y sólo ‘pensando como una montaña’ tendremos chances de aprovechar sus recursos de manera sabia y sustentable. La capa de suelo que tapiza las sierras es el resultado de procesos que llevan muchísimo tiempo, en los que plantas, líquenes y micro-organismos interactúan con la roca formando el sustrato que permite la vida vegetal y todo lo que de ella depende. Los declives hacen de este suelo un recurso inestable que sería rápidamente arrastrado pendiente abajo, de no ser por los densos sistemas radiculares de las plantas que allí crecen. Los pastos serranos invierten más de la mitad de su energía en el desarrollo de raíces que forman una intrincada red que sostiene cada partícula de suelo. Este sistema planta-suelo es, además, el responsable de la provisión gradual de agua hacia los valles de pie de sierra. Gracias a su presencia los arroyos serranos no son torrentes que corren sólo después de la lluvia, sino que llevan el agua que escurre de las alturas aún muchos días después de pasada la precipitación, asegurándonos una provisión gradual y constante. Ninguna de estas situaciones ecológicas es fruto de la ciencia o de la tecnología humana, sino de la interacción de la diversidad biológica con el suelo y el clima. Es sobre esta ‘sabiduría biológica’ que las sociedades humanas establecemos nuestros sistemas productivos. Sólo si éstos resultan armónicos con el lenguaje de la naturaleza podremos garantizar la prestación de los servicios ecológicos de los que dependen nuestras actividades económicas y nuestra calidad de vida, así como la flora y la fauna de la zona.
¿Qué hay, en particular, de la implantación de cultivos forestales en nuestra región? Las plantaciones forestales pueden ser tan buenas o tan malas como cualquier otro cultivo, todo depende de qué especies se utilicen, de cómo y dónde se planten y de la manera en que se manejen las plantaciones. Uno de nuestros errores más frecuentes es el de importar ideas y conceptos de forma acrítica, pensando que porque funcionan en otros ecosistemas también lo harán aquí. Así es frecuente escuchar que las plantaciones forestales son apropiadas porque protegen el suelo, conservan el agua y brindan un hábitat apropiado para las especies silvestres. Estas ideas se discuten aún en ecosistemas forestales, donde la plantación de árboles reemplaza a los bosques nativos. Aún allí, el reemplazo de un bosque diverso por una plantación implica un empobrecimiento biológico, no debemos confundirnos: una plantación forestal no es un bosque, son una forma más de cultivar la tierra, y plantar árboles no tiene por qué ser más ‘ecológico’ que plantar cualquier otro cultivo. En el caso de los pastizales, el reemplazo del ecosistema de pradera por plantaciones forestales implica un cambio mucho más drástico. Si los árboles son plantados en alta densidad, las plantas de pastizal no consiguen sobrevivir en las condiciones de baja intensidad de luz que se desarrollan al pie de la plantación, reduciendo la capacidad de retención de suelo de todo el sistema y aumentando el riesgo de erosión. Por otro lado, los árboles alcanzan depósitos profundos de agua en el subsuelo y limitan el escurrimiento hacia los arroyos, reduciendo su caudal. Finalmente, las plantas y los animales silvestres típicos del pastizal no consiguen vivir en las plantaciones y así en el piso de los bosques predominan hierbas europeas como los cardos, y entre los árboles podemos ver muchas aves pero faltan las cachirlas, los mistos y las perdices que son las aves que llamamos “obligadas de pastizal”.
Tampoco está claro que la actividad forestal traiga, necesariamente, progreso y bie-nestar, como se mostrara, por ejemplo, en un trabajo reciente desarrollado en el estado de Río Grande do Sul, en Brasil, que demuestra que los municipios con desarrollo forestal no han mejorado las condiciones de calidad de vida de su población. ¿Esto quiere decir que las plantaciones forestales deben evitarse? Claro que no. Las plantaciones son una necesidad también en los ecosistemas de pastizal, donde nos brindan desde sombra y cortinas para atenuar el viento, hasta leña. Además, su correcta implantación puede ser una alternativa productiva. Lo que no podemos perder de vista es que, como otras formas de uso de la tierra, las plantaciones tendrán un impacto sobre el ambiente y que este impacto puede llegar a ser aún más severo que el de otras actividades humanas por el carácter ajeno a nuestro ecosistema de las plantaciones. Es por eso que debemos establecer pautas muy cuidadosas para su establecimiento.
Tratemos de pensar de manera integral, de pensar, en palabras de Leopold, como una montaña, como un pastizal, como un arroyo. Intentemos liberarnos de prejuicios positivos o negativos y de “recetas” prefabricadas respecto de lo que es bueno y malo para los ecosistemas y la gente, aprovechemos, en cambio, el conocimiento local y los trabajos que desde hace tiempo se desarrollan aquí y en lugares similares”. (Sergio Zalba. Profesor. Universidad Nacional del Sur-Investigador CONICET).